Cecilia Balcázar
1997
Premio Jorge Isaacs
Departamento del Valle del Cauca
Jurados
Oscar Echeverry Mejía, Giovanni Quessep, Orietta Lozano
Peregrinaciones
Pirámides, terrazas, laberintos
de inmemoriales épocas
escalinatas
torres sobre el abismo de la nada
misteriosas serpientes
los caminos sin fin
Piedras holladas
despojos de maderas cinceladas
por la mano del tiempo
vivos rastros de la sangrante búsqueda
de la penosa peregrinación
del delirio de pueblos sin sosiego
Buscaron en las cimas
Su voz
Su sello
Su luz
En tanto que nosotros
cansados caminantes
peregrinos escépticos
Nosotros
liberados de mitos
los de la nueva era
de la palabra
conocemos su fuerza
profesamos su fe
libramos sus batallas
construimos con ella
los mundos del misterio
Arbitraria, cambiante
y todopoderosa
minamos sus tinglados
sus armazones
metafísicas
y teológicas
Nosotros los sensibles
los poetas
apostamos el logos contra el logos
y Lo buscamos
en la inefable
e indecible presencia
en la luz interior
en la experiencia diaria de Su entrega
en la virtual belleza y armonía
en el asombro
del día, de la noche
de Sus dones
innumerables
en el sutil vibrar
del aura de los otros
en la inocencia
del amor
en el amor que alaba
que nos une en el ser
en el amor que abraza
todo el dolor ajeno
“Ich verstand die Stille des Aethers
Der Menschen Worte verstand Ich nie”
Hölderlin
Antes de las palabras
Antes de conocer el nombre de los colores
sé que tuve el azul
supe de la blancura
y del aroma
en jazmines y lirios
y me asombró el misterio de las rosas
Antes de conocer el nombre del manantial
tuve la transparencia
y me asombró la voz
monótona y profunda
que a veces tiene el agua
Antes de conocer la prisa de los días
el angustioso paso de las horas
filtré la eternidad
en la gota paciente
que guarda su frescor
en la tinaja
Y de regreso ya de todos los caminos
en el hondo silencio
de luceros y estrellas
sin libros, diccionarios ni glosarios
escucho de la noche
su palpitar sin nombre
Su presencia
En la caricia de la primera luz
anidada en la copa de la ceiba
En el oscuro valle
y en la cumbre dorada del oeste
En la miniatura de la orquídea silvestre
y de la flor del pasto
En la corola pálida
del cacto de la noche
En la frecuencia altísima del canto
En la ofrenda callada
de cada amanecer
Manhattan I
Frágil es este azul
Frágil la torre
se quiebra en las vidrieras
paralelas
Las aristas precisas
dibujan arabescos
zigzagueantes
Al frente
verticales
rectilíneos
espejos que contienen
lo vivido
Avanzo y retroveo
la muerte se refleja en las ventanas
En el futuro
como lo dice Bárbara en Guambía
está clara la ruta del pasado
Manhatan II
Soy torre de vacíos
estructura de sombras
azogue de la noche
y oquedad
oscuro laberinto sin salida
ausencia de palabras
soledad
Me despeja la brisa de la aurora
para albergar el frío
de la luz
En los dolientes ángulos del día
me quiebro en el reflejo
del cuerpo de los otros
Y en el incendio diario vespertino
soy casa enamorada de la luz
Epiphaneia
Oscuro en el azogue
de múltiples espejos
Preso tras de las máscaras
talladas en palabras
se perfila Su rostro
palimpsesto sagrado
Y mimético y puro
nuestro auténtico rostro
se delinea en el diálogo
Y mimética y pura
nuestra íntima forma
viene a luz y deslumbra
en alquimia indecible
y clara epifanía
Más allá de los límites
hollados de lo humano
Rostro
Sin rasgos conocidos
Tallado con dolor en mis entrañas
Bordado con agujas lacerantes
mi
Tu
rostro
Imagen decantada
tras el viaje angustioso
Tras el viaje continuo
a los múltiples rostros
de los otros
copiados en el alma
Se delinean las sombras
Se despeja Tu ser
en el ser mío
Somos uno
Tú y yo
Hemos crecido juntos
Nos hemos encontrado en el misterio
del no saber
Avara de tenerte Te retuve
Éxtasis y nirvana solitarios
Poco a poco nos hemos entregado
en gozo y agonía
en cuerpo y sangre
En descentrado amor
Lago
Espacio
múltiple
Espejo
líquido
Allí el instante
eterno
Allí el cristal del ojo
mirándose
Allí la plenitud
Allí la sombra
Desnudo
en el reflejo
el árbol
de su vida
Hojarasquil
Hojarasquil del monte
Flautista misterioso de la primera infancia
Ululaba, fluía
con su cortejo de hojas
Sinuoso impredecible presuroso partía
en su ballet errático
por la vieja escalera de caracol
y se perdía en el aire
Espectro de las hojas
despojado
del lastre de su cuerpo
Regados en su zaga después del torbellino
dionisíaco
cascabeles dormidos
calladas castañuelas
inermes, anhelantes
de su próximo vuelo
Hojarasquil II
Encarno su fugaz
su ligera sensación de vilano
Fui densa y grave
He devenido leve
levito casi
y tiemblo con el viento
Subo por la escalera
del cuerpo
a las zonas más altas
Friso pieles dormidas
las roza mi presencia
Vibran y se estremecen
con el soplo
con la sutil caricia
Me sienten y perciben
éste mi ser de hojas
éste mi ser que baila
el que en mí se requiebra
el que esboza en un trazo
Su silueta divina
Las toco sin saberlo
con mi etérico cuerpo
y en un silbido fino
se enlazan a mi ser
A lo largo del Hudson
Una luz tamizada
descansa sobre los pliegues densos del agua
y duerme en los cristales de la nieve
Un silencio acompasado
viaja conmigo
en un tren que se desliza sin nostalgia
Por la luz permanente
por el silencio imperturbable
Porque todo es ahora
amanecer
Por eso no hay poema
Potomac
Vuelan los dos
la sombra fugitiva
y el cuerpo palpitante
Cópula de fantasmas
revivida en el cruce
del sueño y la vigilia
Baten alas
Planean
Súbitamente caen
Se posan bamboleantes en la onda
Pacen
en el agua dorada
Se desdobla la imagen
Emigran y regresan
Flotan leves, sin peso
Levitan
Vuelan frisando el agua
Arrastran bajo el ala
su alter ego de sombra
Se aquietan al contacto
del cuerpo y del reflejo
Carnegie Hall
Alicia de la Rocha
de la roca
Del piano
desgrana
notas vibrantes
Hila, fila, derrocha
Roca rueca
recuerdos
Revive en el teclado infancias olvidadas
Evoca, rememora, resucita
Ruedan notas
Hilvánanse las risas
Revívense
las voces apagadas
Carátulas de discos con Alicia
Schumann, Soler, Granados
Albéniz
Y Alicia que los llama
que nos llama
Exhaustos en su piano nos morimos
Bogamos en clarísimos ayeres
Lloramos en silencio
Renacemos
Subachoque
Urapanes y abetos
Ramas finas del sauce
Iris y cristalino
en frecuencia solar
Alcanza la otredad
y el halo de la infancia
Iridiscentes danzan
las deidades del bosque
Fugaces van y vienen
las rondas de los años
en estancia sin tiempo
y diálogo callado
En ritmo acompasado
En etérica luz
Juegos de las flores
La primavera de distintos rostros
asombro renovado
de su esplendor
cuelga
impreciso verdor
en los tilos simétricos
del parque de los Vosgos
Se cubre
de magnolias y almendros
Temerosa se asoma
como una flor de nieve
en las eras glaciales
del Hermitage
Estalla en la blancura
de la flor del manzano
en las calles de Praga
Madura
los fuegos de artificio
de sus colores
en nidos de azaleas
Hace calles de honor
con rododendros
en el jardín de plantas
del Chateau de Vincennes
Otoño
Azul de cielo puro y de vitrales
Rosetas suspendidas de cobalto
en ojivas de luz
El oboe de otoño
tañe colores ocres
en los cedros del parque
Baila el viento en las hojas
y los gráciles cuerpos
se deslizan ingrávidos
en Rockefeller Center
Afina el aire frío
su penetrante filo
en la estación de tránsito
Danzan los crisantemos de la muerte
Tejados
Las transfigura el aire
de primavera
Ciudades temblorosas
salpicadas de verde
En los tejados
de pizarra pulida
se resbala la luz
Felpudas y sedosas
como manos de gato
las yemas entreabiertas
Un vaho de misterio
se cuela entre las ramas
de manzanos y almendros
Moscú
Asedios milenarios
Perfiles tártaros
y nórdicas cabezas
Arcos de las victorias
cañones sosegados
La primavera tiene
algo
de histórica tristeza
de flores malogradas
y de alas heridas
Arte, danza, finura
Pintores místicos
Ángeles encarnados
que bailan como dioses
Muchedumbres anónimas
en hondos socavones
construidos en mármol
Hay un rastro de sangre
sobre la plaza roja
y un pueblo que desfila
con su dolor a cuestas
Fresco
Aureolas en sus testas
Ojos de almendra
Ojos de ciervo herido
en los frescos del Kremlin
Iglesias con turbantes milenarios
Zarinas, zares, reyes
en torreones aislados
Maestros y poetas
en torres de marfil
Magos de la palabra
como alfiles erráticos
lunáticos y ciegos
Albañiles, obreros
construyendo por siglos
los templos del misterio
ajenos
a nuestro propio cuerpo
de luz
El único sagrario
capaz de contenerLo
Cisnes
Se mecen en la onda del Moldovia
los cisnes encantados
Rompen los viejos lazos
de sus metáforas
Entregan sin reserva
su sentido
la flexibilidad del cuello
la blancura
la languidez sensual
Evocan
la danza del Marinsky
y los precisos pasos
mesurados
Sugieren
la transfiguración del cuerpo
rasgado por la música
y convertido en canto
en imantados haces
de energía
The blue bird of youth
Como elegante cisne
con las alas heridas
la vieja bailarina
quiebra su paso
La calle son las tablas
La punta y el talón
en tiempos discontinuos
El mundo un escenario
y su frágil figura
recibe aun erguida
con la mano en el pecho
la venia y la sonrisa
“Je suis hanté par l´azur”
Stéphane Mallarmé
Saeta
Un águila desgarra
el impoluto azul
de la ciudad de Ávila
La Santa
herida por el ángel
Saeta
del amor
purificado
Archivos
En el subsuelo
de la Real Academia
museo de la palabra
centenares de voces
duermen en los antiguos casilleros
de madera pulida
Llamo al azar
`jilguero´ o ´avellana´
y vuelven presurosas a la vida
Se escapan de la cárcel
de la caligrafía
centenaria escritura
carne de la palabra
disecada
Reveladores trazos delicados
Íntimas huellas
retratos refinados
de antiguos amanuenses
Cuba
Naufragios y prisiones
Embargos y utopías
Florecen los poemas
en labios sin aliento
Ingenieros sin máquinas
Capitanes sin brújula
leyendo las estrellas
en viejos astrolabios
Un trágico almirante navega sin destino
hacia el oscuro ponto
Zozobra en alta mar
pan y amor clandestinos
Un juglar en cubierta
atrio del viejo templo
dice mitos antiguos
Sincrética amalgama
de Cristo y de Obatala
A un niño triste
principito famélico
le dibujo un cordero
medroso y tierno
envuelto en la serpiente
dorada del crepúsculo
Monserrate
Con sus manos umbrosas
el monte
oscuro sacerdote
revestido de abetos verdinegros
alza
contra el lila del cielo
la ostia amarillenta
de la luna
Fagua
Recupera el silencio
y el asombro del agua
Un hocico se sorbe las nubes
en la caneca azul
Fracciones de tejados
hundidos en los pozos
Las melenas doradas del trigo
cabeceando en el viento
y el día, ligero colibrí
libándose las mieles
Zumbambico dorado
Vertiginosa luz
Espiral de corolas
evaporadas
en inaudito azul
Partenogénesis
Ovalada su cara
ovada de sí misma
encinta
de su íntimo ser
Crisálida engendrada
en misterioso monte
revive
el ciclo doloroso
se pare y ve la luz
Emerge
con ojazos brillantes
fieros, tiernos, dolidos
Desciñe
simbólica atadura
de seda
de lazos invisibles
Adolescente tímida
Doncella taciturna
o joven cervatilla
Pantera a veces
liebre
Se transmuta en mujer
Réplicas
Vislumbra orden secreto
ficciones milenarias
Devela en carteleras desplazadas
bajo el techo finito del museo
visiones
sedimentos
y rastros superpuestos
Abre ventanas
que dan sobre ventanas
columpios en el viento de cielos de artificio
aristas de palabras
imágenes de imágenes
puertas de laberintos
vestíbulos de espejos
prisiones de los nombres
Avanza solo y puro
la lámpara encendida
Traza con mano limpia
caminos a lo abierto
Penetra su mirada en el misterio
Despliega
sobre los lienzos verdes
figuraciones
máscaras
símbolos de lo otro
copias de copias
emblemas de la nada
ocultamientos del ser
Prosigue serio, invicto
el juego de la infancia
Viajera luz
Enredada la luz
en la seda de niebla sobre el pueblo
de Silvia
Asciende de la entraña de la tierra
viajera luz en nube
cabalgando en la loma
sobre una gasa de agua evaporada
Remiendos de la luz cortada en parches
sobre el oscuro traje de los cerros
Blanca y dorada luz
lumínica frontera
del etérico cuerpo de los montes
Desintegra su ser en los colores
del arco que se instala en el abismo
La cabellera
La tarde recostó su cabeza dorada
sobre el hombro de sombra
de los montes lejanos
Alba
De la ventana del insomnio
la veo llegar
con paso de felino
Presurosa prepara
el tinglado del día
Desliza con presteza
su brillo por los cables
Cuelga sus serpentinas
en las palmas del parque
Tiñe los pétalos
del guayacán
Encarna la camisa
del barrendero
las hojas y las flores
Anima los espejos de los charcos
Otro amanecer
Aurora simultánea
despierta
Abre párpado inmenso
Un ojo azul de mar
Un monte con corona
de luz
La piel del alba lívida
tirita
en el extenso cuerpo
de ciudades dormidas
El tiempo del pasaje
a Jean Bucher
Camino
Para llegar a él
por el tortuoso camino de la montaña
había que seguir la ruta
de los yarumos de plata
abanicos movidos
por las manos invisibles del viento
Percibir el temblor súbito
de las plantas asustadas
Atravesar
los velos móviles y sucesivos de la niebla
Adivinar la cresta de los Farallones
y oír el canto agudo de los gallos
Descubrir a la madrugada
la estrella en su ventana
y a lo lejos
la hoz de la luna abandonada
Para llegar a su pureza íntima
a la luz inquisitiva de sus ojos azules
había que subir hasta el resplandor del alba
Internarse en los entretelones del paisaje
Para entenderlo
era preciso captar
en los sonidos de altísima frecuencia
del canto de los pájaros
las voces ancestrales
y reinventar los signos
Para lograr el diálogo
había que abandonar
la “llanura prosaica”
y remontar con esfuerzo los senderos
de su montaña mágica
Su voz
Un angélico roce
la fina percusión de sus palabras
en fugaz recorrido
por los sensibles haces
del espíritu
dormidos en la piel
Un misterioso mantra
mi nombre
en la voz que me llama
En su voz que despierta
el eco del amor
Pulsa el arpa invisible
de los cuerpos plurales
y el vórtice latente del corazón
“That corpse you planted last year in your garden,
Has it begun to sprout? Will it bloom this year?”
“The burial of the dead” T.S.Eliot
Reencuentro
Abrazo del encuentro
sin palabras
Corren en la memoria
ausencias olvidadas
encuentros diferidos
la espera congelada en el invierno
y el viento azul y frío
de primaveras muertas
Abrazo sin palabras
despierta en mi interior
algo dormido
Ese cuerpo enterrado en mi prehistoria
renace
Se borran los dolores y los días
Abrazo sin palabras
la energía
busca su antiguo cauce
serpentea
alumbra e ilumina y resucita
En medio de la noche sosegada
pulsa la inmensidad de lo sagrado
y estalla como fuego en los sentidos
Car j´ai vécu de vous attendre,
Et mon coeur n´était que vos pas.”
CHARMES, Paul Valéry
Reconocimiento
Llegó el amor y nos tendió la mano
al borde del abismo de la muerte
en el umbral del bosque de los símbolos
Atisbamos su arribo
en todos los caminos
pero llegó en el aire
y se meció en las copas
serenas de los años
Oteamos su presencia
en los agrios senderos
y vino desde adentro
Estaba allí dormido
Vino desde la infancia
Llegó en intensa luz
transfigurado
Conocimos sus pasos
el compás del latido
y el ritmo sosegado
de su respiración
Hay ventanas abiertas
Sonata apasionada del recuerdo
Martillan los teclados
en el disco virtual de la memoria
Impromptus del amor y la alegría
La luz se precipita y se difunde
en los múltiples vórtices
de los cuerpos dormidos
La evasión
Vámonos ya los dos al paraíso
con el hondo secreto compartido
Tal vez para el camino
el brillo de las hojas del crepúsculo
el oscuro perfil de la montaña
sobre el lila del alba
la rosa del jardín de tu vecina
que miraste extasiado al desayuno
Emprendamos el viaje de la mano
llevados por el ángel de Tobías
sin mayor equipaje:
La luz en la mirada de los hijos
y algo de la ternura y el asombro
que les hemos legado
Vámonos hasta el pico
hasta la cumbre
Dejemos flores árboles y río
y este olor penetrante de heliotropos
Como magos que siguen una estrella
sigamos la cañada hacia la altura
Como las aves blancas de la aurora
en su tranquilo ascenso
despojados
Vámonos ya los dos al paraíso
“Ambos sabían que ya habían ido demasiado lejos
Y todavía sentían el peligro de entregarse totalmente”
Aprendizaje o El libro de los placeres
Clarice Lispector
Definitiva entrega
Los dos en el umbral de lo indecible
ante el adiós eterno
En agonía
Rendidos para siempre el uno al otro
en el íntimo instante
de la póstuma entrega
En espera anhelante
del inminente clímax
de la muerte
A la hora de su muerte
Deja que un ángel vele
mientras duermes
tu cuerpo magro largo
y desgonzado
Nos duele tu abandono
tu certeza
de caer en la lid
Nos duele tu mirada
ya perdida
caballero desnudo
Inerme estás
sereno
sin escudo
para enfrentar
la muerte
Solo llevas
el yelmo de tu luz
Itaca te ofreció el asombroso viaje.
Sin ella no lo habrías emprendido.
Ya no le queda nada para darte.
Ithaca, C.P. Cavafy
Itaca
Ulises, Odiseo
hasta la orilla del amor llegaste
llegamos confundidos
A tu lado yo anduve en múltiples periplos
en espera paciente
Contigo en el tumulto
y esperándote
Contigo en fragorosa travesía
en idílicos campos
en eglógicos huertos
Contigo y esperándote
en el mismo navío
Por poco las sirenas y los cantos
Bogabas alelado en música constante
en tus lejanos viajes
sobre ondulante lomo
de melodías sin fin
Contigo los naufragios
y esperándote
Perdido mi tejido
en mi propia carrera hacia el abismo
tú también esperabas mi regreso
Ulises, Odiseo
Feliz y transitorio
ese puerto de luz
donde los dos llegamos
Era imposible anclar en tanta gracia
Ceiba centenaria
La ceiba centenaria encanecida
parece que se muere y se diseca
bajo el ropaje blanco de su lana cardada
donde vuelan ocultas las semillas
pero renacen verdes ya los pámpanos
y se reanuda el ciclo interminable
de fecunda latencia, de flores y de frutos
de vida transformada a cada instante.
Paseo Bolívar de Cali
La ceiba del Paseo
desnuda
sin follaje
parece que se muere
en la ceñuda paz de su madera
En secreto destila
el vino de su savia
Se cuelga mil macetas
de lila rosa y verde
flores en miniatura
incongruentes
con su cuerpo gigante
y su vetusta entraña
Transfigura su ser
Se re-genera
Entrega sin reparos
en donación gratuita
su desnudez
sus flores y sus lanas
Su generoso abrazo de frescura
Semilla de ceiba
Prodigiosa semilla en las alas del viento
Pupila diminuta en el azul
Migrante
en su ligero globo
de lana escarmenada
Latente está en el núcleo
su vida diferida
o su inminente vocación de muerte
Semilla II
Óvulo negro
del empinado parto de las ceibas
Gesta su propia muerte
y la vida que esconde
en los abstrusos códigos
genéticos
Giros en las ruletas
del viento de la tarde
Torbellinos, remansos
en la ilusoria gasa
tejida en las alturas
Cándido juego
en múltiples columpios suspendido
Besa la tierra y huye
El azar absoluto
la convierte en placenta
o en simple grano inane
Semilla III
El cuerpo macerado, enjuto
Arrugada la piel
Guardado su secreto
en la dura corteza
Parece carcomida
descompuesta
Se muere
Se transmuta
Se deshace
Y como de milagro
irrumpe enarbolada de la tierra
en un grano nutricio
transitorio
Placenta inesperada
de un nuevo ser
tras el lento proceso
de su muerte